Cuento de terror
Era una noche lluviosa y con mucho viento, de esas que deseas para dormir tapado hasta el cuello y escuchar cómo chocan las gotas contra el asfalto. La lluvia cuando estás en casa, es de las cosas más lindas que te pueden pasar, más si hace frío. Pero por desgracia, esa noche padecí de insomnio y no pude dormir. Mantenía una mirada fija a la oscura puerta de mi cuarto, que no sé por qué estaba abierta.
Al paso de un rato, comencé a notar como unas partículas negras nublaban mi vista y no me dejaban ver del todo bien la puerta, más bien el pasillo que se logra apreciar desde ahí. Tras unos segundos desaparecieron, pero desde allí comenzó lo peor.
Ví salir de la habitación de mis padres, como una remera blanca caminaba hacia el baño. Yo pensando que era mi papá, que siempre se suele levantar sobre la madrugada para ir al baño, le dije:
-Papá…
Y no recibí respuesta. Por lo tanto, volví a repetir:
-Pa…
Ahí, veo cómo una persona, con un rostro un tanto peculiar, ojos achinados, pelo sobre la frente, dentadura hacia afuera y nariz puntiaguda, apoya su mano sobre la puerta de mi cuarto. Yo, aterrorizado, grité por última vez:
-Papá…!
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